“Sin norte”, del chileno Fernando Lavanderos, es una película de carretera que evoca “Viajo porque necesito, regreso porque te amo”,  y “Mapa”, de León Siminiani. De la primera recoge la idea del viaje que se construye a partir de los indicios de una presencia huidiza que deja tras de sí rastros frágiles, imágenes imprecisas, huellas de los lugares en los que estuvo. De la otra toma el impulso romántico, la idea del recorrido motivado por el deseo y la necesidad de despejar las propias incertidumbres en el encuentro con la presencia de la mujer idealizada.

En el camino, la cámara registra lugares, costumbres, modos de vida. El afán documental se codea con la crónica de la ruta y el viaje sentimental. La nitidez de las imágenes del desierto y de los pueblos del norte chileno se alterna con la fragilidad de los vídeos de Isabel y de las imágenes registradas con pequeños dispositivos.   Aunque todo tiene el aire de “déjà vu”, la calidez de la película y su tono menor, ajeno a cualquier afectación, resultan puntos a favor.

Ricardo Bedoya